Viernes contra la envidia

Claudia sufrió durante mucho tiempo a raíz del mal que algunas personas a su alrededor le causaban debido a la envidia.
«Me enteré de que, por medio de un alimento, me habían hecho una brujería para que muriera. Empecé a tener sangrados abundantes que duraban una semana y a sentirme muy débil. El médico me había dicho que tenía miomas y que debían retirarme la matriz», recuerda.

Cuando creía que había encontrado la solución a su problema, su salud empeoró. «Me habían recomendado unas personas que, se suponía, hacían sanaciones e invocaciones espirituales», relata y agrega: «Sin embargo, en vez de mejorar, empecé a deprimirme y enfermarme más. Sentía que alguien me seguía y oía voces que me decían:

“Mátate, nadie te quiere. Llévate a tus hijos. Tú los trajiste y te los tienes que llevar”». Nada le daba resultado a Claudia. Su estado de salud física y espiritual era alarmante. Ella asegura: «Sentía mucho miedo. Dejé de bañarme, no quería levantarme ni comer. Mi corazón se empezó a llenar de angustia y desesperación. Toda esa situación me llevó a tomar la decisión de quitarme la vida.
Tuve dos intentos de suicidio». Hasta que un día, encontró la salida a su problema: «Una noche en la que estaba con insomnio, tenía prendida la televisión y vi el programa de la Iglesia Universal en el que invitaban a las reuniones.

Entonces, decidí ir. Nunca había sentido lo que sentí cuando fui allí por primera vez. Me dieron ganas de vivir. Comencé a ir a las reuniones de los viernes y mi vida fue restaurada. Ahora, estoy muy bien de salud, no tengo ninguna enfermedad. Los médicos se sorprendieron porque no hubo necesidad de operarme y que me quitaran la matriz. Para mí, fue un auténtico encuentro con Dios».

«Hoy mi vida está en paz, ya no sufro de tormentos espirituales, no siento persecución, no escucho las voces que me decían que me matara. La depresión y la angustia que sentía desaparecieron.
Para mí, el Espíritu Santo significa amor, protección y libertad», subraya.