Sepa cuándo detenerse

El Espíritu Santo no fuerza a nadie a obedecerlo, pero está siempre listo para orientar acerca del camino correcto
El Espíritu Santo es como un semáforo de tránsito. Cuando la luz verde se enciende, significa que debemos ir hacia adelante, pues Él irá con nosotros y nadie nos lo impedirá. Ese es el momento de usar la fe, no mirar hacia atrás y ¡ser un éxito! “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8.31)
La luz amarilla se enciende cuando Él quiere alertarnos que el camino que estamos listos a seguir puede, eventualmente, volverse desastroso. “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1º Corintios 10.23)
Finalmente, cuando la luz roja se enciende es una orden para que no prosigamos el camino que elegimos. En caso que el consejo del Espíritu Santo sea ignorado, con seguridad nos accidentaremos. “Entonces Samuel dijo: -¿Acaso se complace el Señor tanto en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a las palabras del Señor? Mejor es obedecer que sacrificar; prestar atención mejor es que la grasa de los carneros.” (1º Samuel 15.22)
Al igual que las señales de tránsito que no fuerzan a nadie a obedecerlas, el Espíritu Santo tampoco lo hará, pero estará siempre listo para orientarnos. Porque de la misma forma que el tránsito sin los semáforos se vuelve un desastre, así sucede con la vida de quienes no poseen el Espíritu de Dios.