Placer conyugal

Placer conyugal

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La relación humana con el Espíritu de Dios es tan sublime y profunda que las palabras no la pueden explicar

La relación humana con el Espíritu de Dios es tan sublime y profunda que las palabras no la pueden explicar. Cada uno tiene que tener su propia experiencia para saber cuán glorioso es.

¿De qué sirve intentar describir el sabor de una determinada comida sin probarla, no?

Asimismo, es posible tener una vaga idea de esa gloria. Basta evaluar la relación conyugal, en que mujer y marido, dentro de los parámetros bíblicos, tienen placer. Placer que firma la alianza del altar; que estimula la amistad, la sociedad y fortalece la unión; que no mancha la conciencia y ayuda a perseverar en la fe.

Pues es. El fruto de esa relación hace a los dos sonreír y decir: “¡Ahhhhhh! ¡Que momento!”

Imagine la penetración del Espíritu Santo en el cuerpo humano. El placer es indescriptible.

En Pentecostés, los discípulos quedaron tan felices que hablaban lenguas extrañas. Íntimamente, todos decían: “¡Ahhhhhh! ¡Que Día!”

Vamos hacer el ayuno de Daniel por el derramamiento del Espíritu Santo, desde el día 1 de agosto, y tener el placer de cantar: “¡Ah! ¡Que Día!”

(*) Extraído del blog del obispo Macedo

21 Días del Ayuno de Daniel

El primero de agosto dio comienzo la Campaña de 21 días del Ayuno de Daniel. Este propósito fue realizado por primera vez, en la primera parte de este año, durante el período del día 28 de marzo hasta el día 17 de abril, que dio resultados maravillosos en la vida de quien se lanzó de cuerpo, alma y espíritu. Esta fe  que millones de personas fueron bautizadas con el Espíritu Santo, inclusive muchos niños tuvieron una experiencia extraordinaria con Dios.

Muchos que dejaron de ver la televisión, acceder a Internet y alimentar el alma con entretenimientos recibieron el sello divino y el avivamiento del Espíritu de Dios.

El Ayuno de Daniel es una gran oportunidad para quien aún no nació de Dios, y quiere tener un encuentro con Él. También lo es para aquellas personas que anhelan un crecimiento espiritual aún mayor de lo que ya tienen. Es con el Bautismo del Espíritu Santo que nos damos cuenta lo inmaduro que éramos, y cuán dependientes éramos de los demás cuando se trataba de nuestra propia vida espiritual. Por todo eso, para tener esta transformación, participe de la campaña y luche para recibir el sello de Dios.