Mitomanía: mentir puede ser más que un mal hábito, una enfermedad

Inventar historias con argumentos irreales es considerado una enfermedad
Se define mitomanía como el trastorno psicológico consistente en mentir de forma patológica continuamente distorsionando la realidad y haciéndola más soportable; el mitómano sublima su impulso transformándolo en arte.
Se considera también a la mentira como una acción que no proviene de Dios, de acuerdo a lo que dice la Biblia. Pero, además, es un mal que puede desencadenar una enfermedad denominada Mitomanía, que es la manía de mentir
Según la psicóloga Heleni Gimenes, hay una diferencia entre la mentirita que (aunque no es buena) es dicha en lo cotidiano y la enfermedad de mentir. “El mitómano crea historias muy bien elaboradas como una forma de defensa para suplir necesidades psíquicas en su vida, como la baja autoestima o algunos desórdenes emocionales”, explica y añade: “No podemos confundirlo con el mentiroso que presenta características psicópatas, que siempre tiene como objetivo ganancias personales (dinero, poder, cargos etc).”
No existen límites de edad para el inicio de la mitomanía, lo que existen son personas que buscan la resolución de problemas emocionales y, por ello, usan su imaginación para crear una realidad que no es la suya. “Factores familiares pueden contribuir para el desarrollo del mitómano. Muchas veces, el núcleo familiar es muy desestructurado y el niño es víctima de violencia física o psíquica y, para defenderse de la angustia que provocan estos factores, crea historias donde todo es diferente”, explica Heleni.
Sin embargo, es necesario tener cautela porque no todos los niños serán mitómanos. La psicóloga explica: “el niño hasta los 6 años, vive en un mundo donde no existen límites rígidos entre la realidad y la fantasía. De a poco, va absorbiendo lo real y logra identificar las diferencias, pero cuando eso no sucede, es importante que la familia comprenda la situación y entienda las causas.”
La identificación del mitómano se da, principalmente, por la convivencia debido a que las historias siempre tienen un pequeño grado de realidad, lo que permite que sea descubierto y formando en él una nueva angustia; y, con ésta, otra historia. “Con el tiempo, las personas se apartan del mitómano causándole más angustia ya que sus mentiras son con la meta de reafirmar su autoestima”, dice la psicóloga.
Para ella, el peligro de esta mentira desenfrenada no es solo para las personas de alrededor, sino para la propia persona. “Ella cree que, para ser aceptada, necesita vivir realidades diferentes, y cuando no alcanza ese objetivo, con la alejamiento de las personas, se siente aun más desvalorizada”.
Para que su mentira no sea revelada, el mitómano termina por involucrar más personas en la situación y elabora con más detalles la historia, siempre poniendo la mentira como centro. “Cuando se da cuenta que su mentira funcionó y que disminuyó su sensación de angustia, siente un placer inmediato lo cual lo lleva a recomenzar con nuevas historias”, describe la especialista.
“Esta manía de mentir puede traer consecuencias en la vida de otras personas, aún así, la actitud correcta es mostrar que no es necesario inventar historias, pero jamás debe humillar, hostilizar o hacer discursos moralistas que causarán aún más culpa y angustia en el mitómano”, dice Heleni.
Se considera a la mitomanía un vicio y, al igual que los demás, es difícil hacer que la persona entienda que está enferma y que precisa de ayuda profesional. En el caso del mitómano prefiere vivir encarcelado por las mentiras que enfrentar sus problemas emocionales.
Aun así, según Heleni Gimenes, la mitomanía tiene cura con tratamiento psicológico, que llevará a la persona a entender los motivos de su mentira y a dirigir esta energía puesta en la irrealidad en algo positivo de su personalidad. “La cura total sucede cuando la persona toma, entiende y cambia la niñez herida y desvalorizada que vive dentro de sí. De esta manera, el mitómano construye una nueva visión de sí mismo, con herramientas emocionales reales que no poseía en la infancia”, finaliza la psicóloga.