Lugares de la Biblia – Roma

Lugares de la Biblia – Roma

Por

Capital de la actual Italia, Roma fue fundada en el 753 antes de Cristo (a.C.) sobre las márgenes del río Tíber. Roma fue la capital del Imperio romano durante generaciones enteras, además de ser muy influyente en el mundo, justo en la época en que Jesús caminaba por las calles de Jerusalén. Israel estaba entre los dominios imperiales de los César; así se los llamaba a los máximos dirigentes romanos. Hoy, la ciudad es una de las más cosmopolitas del planeta y une lo antiguo con lo moderno, en una estructura urbana envidiable. El turismo es una de las principales actividades de su economía.

Se transformó en una república en el año 509 a.C., período en que comenzó a conquistar diversos territorios alrededor del Mar Mediterráneo. En el 1 a.C., pasó a ser la capital del nuevo Imperio Romano. César Augusto, hijo de Julio César, fue su primer emperador; hecho coincidente con el nacimiento de Jesús.

En el período del Nuevo Testamento, Roma, era la ciudad principal de toda la región del Mediterráneo. Todos los territorios bajo dominio romano estaban unidos, obligatoriamente, por veredas en dirección a su capital. Ahora sabemos cuándo nació el famoso dicho popular “todos los caminos llevan a Roma”. Es importante decir que las avenidas oficiales también se ubicaron estratégicamente, favoreciendo al comercio y la migración.

Problemas de ciudad grande

Roma, ya por aquel entonces, era una metrópolis con aproximadamente 1,2 millones de habitantes de distintos orígenes; esto la convirtió en un gran caldero cultural, favoreciendo mucho el comercio y las artes debido a las muchas influencias. Al igual que una ciudad grande de los días de hoy, también tenía sus problemas. La mitad de la gran población era esclava, pero también había muchos libres que vivían como indigentes; en el paisaje romano contrastaban unos cuantos mendigos con el lujo ostentado por los dirigentes y la nobleza. Cabe mencionar que solo la nobleza tenía acceso a la educación. Hubo mucha riqueza material, pero también mucho libertinaje y altísimos niveles de crimen.

A pesar de la distribución desigual de la renta, la economía romana en los tiempos de Cristo estaba muy diversificada. En Roma era fuerte el comercio de tejidos delicados, joyas, maderas exclusivas como el roble, especias, vino, ganado, trigo y un “artículo” muy rentable: esclavos de diversas razas.

Persecución

Roma era politeísta. Los romanos adoraban a dioses muy parecidos al de los griegos, algunos solamente cambiaban de nombre. A pesar de venerarlos y atribuirles poderes sobrenaturales con funciones específicas, estos dioses se representaban con formas humanas, y tenían los mismos sentimientos y debilidades que el hombre. En la antigua Roma, la religión se mezclaba con la política, lo que provocaba que el emperador fuera adorado igual que un dios. Esta fue una de las razones por la que los romanos se opusieron a los cristianos, que predicaban sobre otro Dios. Hablar de un Dios único y soberano, a los ojos de los primeros, era una herejía e insubordinación política. Los seguidores de Jesús empezaron a ser detenidos como ladrones. Muchos murieron en grotescos y sangrientos espectáculos, como sucedía en el famoso Coliseo (foto), una arena donde el pueblo se divertía viendo a personas luchando, o siendo devoradas por las fieras.

Cuando Palestina pasó a estar bajo el dominio del Imperio Romano, judíos y cristianos migraron a Roma. Fue a través de ellos que el evangelio llegó a la ciudad. En el 49 después de Cristo (d.C.), el emperador Claudio, (según Suetonio, historiador y biógrafo romano de la época) expulsó a los judíos de la ciudad, entre quienes estaba el matrimonio de Aquila y Priscila (futuros compañeros de viaje del apóstol Pablo, a quien conocerían en Corinto). Claudio justificó la iniciativa alegando que los expulsados causaban muchos problemas “a raíz de un tal Cristo”; refiriéndose así a los judíos convertidos. Aun con este antecedente, allí se formó una de las iglesias más influyentes para la cual Pablo escribió su famosa epístola a los romanos, que daría origen a su libro homónimo, dentro del Nuevo Testamento.

Para el apóstol escritor (quien fuera preso y encarcelado en Roma por 2 años, entre los años 60 y 62 d.C., aproximadamente) la prisión no fe un simple encierro. Él estaba bajo la custodia de un soldado, en una casa, donde pudo predicarle a muchos judíos (Hechos 28: 16-31). Pablo fue apresado en Jerusalén por los judíos y llevado a Roma. Como el emperador no lo consideró un ladrón, decidió soltarlo. Como los judíos protestaron vehementemente, el soberano determinó algo muy interesante…algo similar a la prisión domiciliaria en la actualidad: el apóstol permanecería en Roma, pero en una casa que él mismo pudo alquilar según su gusto. Claro que esta casa no era un simple inmueble para habitar, sino un verdadero centro de prédica. En ésta recibió a algunos de los judíos más importantes de la ciudad, convirtiendo a muchos al cristianismo.

Otro apóstol que estuvo en Roma, fue Pedro. Él y Pablo fueron martirizados años más tarde (alrededor del año 67) por el entonces insano emperador Nero. De esta forma, aun cuando la iglesia romana no fue fundada directamente por los apóstoles, contó con su acción directa.

En la ciudad se terminó desarrollando una de las iglesias más importantes del cristianismo, poniendo a las ciudades circundantes bajo su supervisión, hasta que el emperador Constantino la declarara ilegal en el siglo 4.

La caída

Alrededor del año 70, Roma fue la responsable de la invasión y destrucción de Jerusalén, ciudad que se revelaba al poderío imperial. Fue por ese tiempo que se destruyó el Templo y toda la ciudad (foto) liderada por el general Tito, cumpliéndose la profecía del propio Jesús (Lucas 21: 5-6).

Si en la historia a todo apogeo precedió una caída, aunque fue tardía, la destrucción del Imperio romano fue profetizada en la Biblia. Por la persecución al pueblo de Dios y por la creciente lujuria, su derrumbe fue previsto por Juan, quien comparó a la antigua Babilonia con una prostituta (Apocalipsis 17) sobre una bestia con siete cabezas (en alusión a las siete colinas que unidas forman parte de la ciudad en el versículo 9). De hecho, la destrucción de Roma y la caída de su imperio fueron en el año 476, suscitada por los hérulos (muy probablemente después de ser expulsados). Los hérulos fueron una tribu originaria del sur de Escandinavia.

A lo largo de los siglos, Roma pasó por las manos de los bárbaros (pueblos no-romanos, como los hérulos) perdiendo su autonomía y siendo reconquistada recién en el año 756.

Garibaldi y la unificación

Más de 1 milenio después, en 1871, Roma se convertía en la Capital de la Italia Unificada, por el movimiento originado por Giuseppe Garibaldi (foto). El mismo que se juntara décadas antes con la separatista Revolución Farroupilha (Revolución de los Harapientos) en Río Grande del Sur, Brasil; ocasión en que conoció y se casó con Ana María de Jesús Ribeiro, conocida más tarde como Anita Garibaldi. Luchando al lado de su marido, Anita murió en el país natal de su esposo, con quien tuvo a su único hijo, Menotti.

Con la Abolición de la esclavitud en Brasil, miles de familias italianas migraron hacia el país tropical, a fin de suplir la demanda de mano de obra en la agricultura, sobre todo en los cafetales. Entre los inmigrantes, se encontraban familias oriundas de Roma, que en un principio se habían ido a la zona rural de su país, pero después cruzaron el mar. Brasil tuvo una fuerte influencia italiana en su formación, y es notoria, hasta hoy, en los estados del Sudeste y Sur.

La Segunda Guerra

Llega la Segunda Guerra Mundial. Roma sufrió mucho por los bombardeos de las fuerzas aliadas, ya que Italia, bajo el mando del “Duce” Benito Mussolini, formaba parte del “Eje del Mal”, junto a la Alemania nazi y Japón imperial. Italia fue capturada por aliados en 1944, convirtiéndose en la primera ciudad poderosa del eje en ser dominada.

Después de la Segunda Guerra, Roma tuvo un crecimiento bastante acelerado. Hoy es una de las principales ciudades del planeta, con un riquísimo patrimonio histórico, integrada a una de las más modernas infraestructuras de las metrópolis europeas.

El turismo es una de las principales fuentes de renta para la capital de la “vieja bota”, donde los visitantes pueden apreciar no sólo las magníficas construcciones de la época del imperio y diversos museos, sino también gozar de una abundante gastronomía, mezclándose en manzanas rectangulares y edificaciones milenarias con los romanos en sus motocicletas y pequeños autos de fabricación local (pensados justamente para sus estrechas calles).

No es casual que Roma permanezca como patrimonio cultural e histórico de la humanidad, acertadamente apodada como la “Ciudad Eterna”.