Eva

Desobedeció a Dios pero mostró su total dependencia hacia Él. Supo ser una auxiliadora capaz y siempre apta para el bien de su casa.
Eva fue la primera mujer de la humanidad. Su nombre significa “madre de todos los seres humanos”. Y, por haber sido la primera en casi todo, les dejó a las demás mujeres el ejemplo de cualidades fundamentales, para aquellas que confían en Dios. Entonces ¿qué podemos aprender con ella?
Auxiliadora
Cuando Dios creo al hombre notó que no podría vivir solo. “Después dijo Dios: «No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él.” (Génesis 2:18) Cuando Adán fue creado, Dios vio que necesitaba a una auxiliadora. Pero no podía ser una simple asistente. Esa mujer, además de auxiliar a su marido, debería ser competente y capaz.
¿No es eso, lo que los maridos de hoy, necesitan también? Imagine a su esposo llegando a su casa después de haber enfrentado un tránsito intenso, cansado de su día de trabajo, lleno de preocupación por los compromisos que tiene que cumplir y, encima de todo eso, llegando de noche, tener que preparar la cena porque usted se olvidó de hacerla…Eso es inaceptable, ¿no?
Es por eso que Dios se ocupó de calificar a Eva como mujer “idónea”. En otras palabras, lo que él quiso decir es que nosotras deberíamos estar aptas y ser capaces de contribuir de la mejor manera al bien de la familia, haciendo de todo para que todas las cosas estén bien en el hogar. Eva fue creada para ser una auxiliadora, pero sabía que debería ser mucho más que una simple ayudante. Sabía que debería ser alguien que hiciera la diferencia en la vida de su esposo.
Dependiente
Sabemos muy bien que todos los días aparecen tareas urgentes. La mayoría de las cosas que sabemos hoy vienen del conocimiento de otras personas. Ahora, imagínese a Eva: la primera mujer de la humanidad, quien tuvo que arreglárselas para aprender todo sola. Cómo cuidar un inmenso jardín – su hogar –, a su marido y a una infinidad de hijos que tuvo, casi inmediatamente después de casarse… Una de las cualidades de Eva fue depender en todo de Dios. Ella era conciente que sola no lograría nada, pero confiaba que todo lo que llegara a tener en la vida vendría de su Creador. Cuando tuvo su primer hijo, Caín, dijo: “…He adquirido varón con la ayuda del Señor.” (Génesis 4:1)
Eva aprendió que solo en Dios nuestros caminos salen bien. Y tenía conciencia de que aun cosechando los frutos de su pecado, Él estaba siempre a su lado, guardándola para lo mejor. ¿No es eso lo que sucede cuando hablamos con Dios? Aún cosechando los frutos del error… y, cuando imaginamos estar solos, Él nos da la mano como Alguien que está siempre dispuesto a sustentarnos.
Influyente
Aun después de haber escuchado la orden de no comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, Eva desobedeció y comió. Y, como si eso fuera poco, lo hizo caer a su marido. Como su mujer supo influenciarlo hasta en el momento de caer :“Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió” (Génesis 3:6)
Piense en las veces que hizo cambiar a su esposo de parecer. O en los días en que el bajó el martillo diciendo algo por la mañana, que a la noche terminó cambiando, siendo, en el fondo, en el fondo, usted quien decidió. Ese poder de convencimiento es un arma femenina, que puede ser usada para el bien o para el mal. Eva la usó para mal, pero, hoy, Dios nos da oportunidades diarias para usar esa fuerza para el bien de nuestra casa.
Eso nos muestra el poder de persuasión que tiene la mujer. Dependiendo del modo en que piensa, habla y actúa puede influir, y mucho, a su marido. Puede impulsarlo tanto al progreso como al retroceso. La Eva de hoy puede llevar a su marido tanto al crecimiento profesional, personal y espiritual como al fracaso total.