El objetivo del vencedor

Aun siendo de familia escocesa, Eric Liddell nació en China. Sus padres eran misioneros en el país en el que predicar la Palabra de Dios y la Salvación era – y aún es – tan difícil. Más tarde, fue a un excelente internado en Londres. Eric continuó sus estudios y siguió el curso de Ciencias Fundamentales en la Universidad de Edimburgo, en la tierra de sus padres. Se destacó como académico y como deportista, sobresaliendo en críquet, rugby y, principalmente en carrera – y en esta última alcanzó una fama mundial e histórica.
Sin embargo, para Eric la prioridad era dedicarse a Dios. Tenía un talento muy especial para predicar la Palabra de Dios entre los más jóvenes, pero también dedicaba al Creador todo su esfuerzo en las pistas. De tan buen corredor que era, fue seleccionado para representar al Reino Unido en varias competencias internacionales y formó parte de la delegación británica de los Juegos Olímpicos de 1924, en París.
Llamado el “Escocés Volador”, Eric era el favorito absoluto para la medalla de oro en una carrera de 100 metros. Por supuesto que quería vencer, pero su enfoque principal nunca salió de escena: servir a Dios. Y, para eso, en su trabajo para ser un misionero, los domingos eran de suma importancia, porque ese día tenía un mayor contacto con las personas que necesitaban la Palabra Divina. Ni del otro lado del Canal de la Mancha, en pleno evento más importante de los deportes mundiales, él descuidó dicha tarea. Y apareció algo que parecía un gran obstáculo: meses antes, Eric descubrió en el calendario de los Juegos que una eliminatoria de la carrera de 100 metros caería exactamente un domingo. No lo pensó dos veces: desistió de la disputa.
Pero no era mera desistencia. Eric vio que otra carrera, la de los 400 metros, no tendría pruebas ningún domingo. Y fue en la de los 400 metros en la que Eric se inscribió, en vez de la de 100 metros, cuya medalla estaba asegurada. No tardó mucho para que lo llamaran loco, imprudente. Personas del público y atletas de otros países se rieron de él. Aquel que antes era visto fácilmente como victorioso se convirtió en motivo de burlas. En pocos meses, el escocés tendría que entrenar mucho más de lo planeado. Eran cuatro veces más de esfuerzo, más dificultades – y, según la mayoría, cuatro veces más de probabilidades de perder.
Es lógico que Eric era consciente de las dificultades. Pero su enfoque era tan firme que él actuó como decidió, contra todo y contra todos. Sus adversarios se reían de su estilo de correr. Hasta su esposa llegó a sentir cierta decepción – ¿cómo él podría ser tan imprudente al punto de cambiar lo seguro por lo incierto? Sin embargo, ella no dejó de apoyarlo.
Él pasó por las eliminatorias, con mucha dificultad y ridiculizado por muchos. Sin perjudicar sus domingos dedicados a Dios en favor de vanidades humanas. Llegó el gran día de la final. Incluso en aquel momento, en la línea de partida, el público y otros atletas aún dudaban de él, que había corrido otras dos pruebas en el mismo día. No valoraban a ese “loco aventurero cansado”. Menos un adversario norteamericano, Jackson Scholz, que le envió una nota diciendo: “Como dice el Viejo Libro (la Biblia), “… porque Yo honro a los que Me honran…” (1 Samuel 2:30). Buena suerte”.
Bien, Eric entró a la historia como el vencedor de la medalla de oro de los 400 metros en los Juegos Olímpicos de 1924, en París. No solamente ganó la competencia como también batió el récord de la época, que solo lo batiría otro atleta 12 años después. Aquel que honró a Dios en primer lugar fue honrado justamente con el primer lugar. Uno de los mayores ejemplos, de todos los tiempos, de lo que es ser un victorioso de verdad.
Gran película
¿Reconoció la historia de Eric? Sí, ella fue adaptada para la espectacular Carrozas de Fuego, que obtuvo el Oscar a la mejor película en 1982. No es por nada que su tema musical se haya convertido prácticamente en un sinónimo de carrera. La película para que nadie hable mal sobre ella, está disponible en DVD, Blu-Ray y en los sitios de streaming. Véalo y descubra el porqué del curioso título bíblico.
Desafíese
Vimos aquí cómo un gran hombre entró a la historia cuando, frente a un desafío, se sujetó a otro cuatro veces más grande, aunque incluso algunos entre los más cercanos dudaron de él. ¿Qué le parece si sigue el ejemplo de Liddell y crea para usted mismo su propio objetivo a alcanzar? Las coordenadas usted las puede ver en el Desafío #5 del Proyecto IntelliMen, aquí.