Debido a mi problema de salud, estábamos endeudados

Debido a mi problema de salud, estábamos endeudados

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Flavia arrastraba una enfermedad desde niña y los médicos ya no le daban esperanza. Sin embargo, ella encontró la solución y este es su testimonio:

«Cuando nací, enfrenté numerosos problemas de salud. A los seis años, comencé a padecer neumonías de manera repetida; experimenté alrededor de siete episodios consecutivos. Los médicos no sabían qué hacer. Me derivaron con un especialista que me hizo una intervención quirúrgica y me extirpó parte del pulmón izquierdo. Cuando cumplí quince años, no ingresaba aire a mi pulmón. Por lo tanto, decidieron hacerme una lobectomía total izquierda y me afecto un poco el pulmón derecho. Me quitaron completamente el pulmón izquierdo. Las nebulizaciones que necesitaba hacerme eran con ampollas muy costosas y nos resultaba imposible pagarlas. En mi hogar, los problemas con mi padre se intensificaban debido a la situación económica. Ya no teníamos suficiente para comer. A los veintiún años, conocí a mi esposo y esos mismos problemas comenzaron a repetirse en mi matrimonio. Debido a mi problema de salud, acumulábamos deudas y sacábamos préstamos. Eso nos llevaba a tener muchos conflictos entre nosotros. Nos queríamos, pero no sabíamos convivir.

Después de someterme a los estudios necesarios, la posibilidad de realizar un trasplante fue descartada debido a que era muy riesgoso practicarme cualquier intervención. Tenía más probabilidades de morir que de vivir. En la última consulta con el doctor, él me había dicho que me quedaban dos años. Cuando el médico me dijo eso, salí llorando. Comencé a hacerme tratamientos ambulatorios. El oxígeno ya lo necesitaba de manera constante, no solo para trasladarme, al punto de quedar postrada en cama durante dos
años. Recuerdo que mi madre me pidió que la acompañara a la Iglesia Universal porque a ella la habían invitado. Llegué con mucha vergüenza porque tenía la mochila de oxígeno.

Sin embargo, cuando entré, experimenté una sensación de paz. Durante la reunión, empecé a respirar bien. Entonces, empecé a asistir de manera periódica, a obedecer lo que se hablaba y me sentía cada vez mejor. Mi situación era incurable, pero lo único que Le pedí a Dios fue por mi salvación. Si yo moría, quería ser salva. Fui bautizada con el Espíritu Santo. Dios fue tan misericordioso que, aunque no Se lo había pedido, lo primero que hizo en mi vida fue sanarme. De manera instantánea, dejé de depender del oxígeno. Hoy no necesito remedios, llevo una vida normal, mi matrimonio se restauró y logramos solventar nuestras deudas. Recibimos bendiciones que jamás habíamos imaginado. Dios me dio la posibilidad de estudiar, tenemos una camioneta y estamos trabajando en el proyecto de nuestra casa en un barrio privado. Le entregué mi vida a Dios y Él me dio una vida nueva».