Cuando el deseo de prosperar se vuelve una obsesión

Cuando el deseo de prosperar se vuelve una obsesión

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Muchas cristianas han buscado las promesas, pero se olvidan del que las prometió, viviendo así en una codicia que las aleja de Dios

Cualquier ser humano tiene en su naturaleza el deseo de prosperar, conquistar y tener comodidad. Esto no está mal, al contrario, la prosperidad es una promesa de Dios. Sin embargo, es necesario evaluar si el deseo de crecer dio lugar a la codicia, porque esta sí es un pecado.

Esta confusión ha crecido entre las mujeres, incluso entre las cristianas, porque hoy muchas buscan el crecimiento económico y profesional, y durante sus trayectorias dejan que la ganancia se apodere de sus mentes.

En una meditación sobre el tema, en su pódcast, Viviane Freitas advirtió que el deseo de prosperar hace que muchas cristianas quieran algo a cualquier precio, aunque tengan que comprometer su matrimonio, su familia y su vida espiritual. «Muchas personas que estaban en la iglesia, sirviendo a Dios, se perdieron por este deseo de prosperar. La prosperidad es importante, pero no debe ser una prioridad en nuestras vidas», afirmó.

Viviane explicó que la prosperidad debe ser una consecuencia de lo que cada mujer hace por Dios. Después de todo, la Biblia enseña, en 1 Timoteo 6:8-9, que: «… si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos. Pero los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo y en muchos deseos necios y dañosos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición».

Aún hay mujeres que priorizan las innumerables promesas hechas por Dios, pero no lo ponen como prioridad. «Si solo está interesada en lo que Dios puede hacer por usted, ¿qué dice eso sobre usted y Dios? Que le interesan los beneficios que Él tiene para darle, pero no le interesa tener una relación con Él», enfatizó.

También dijo que las cristianas deberían estar felices si tienen qué comer, qué vestir y dónde dormir. Por otro lado, las que están obsesionadas por las conquistas, gastan su tiempo y su mente buscando formas de ganar más dinero, de esta manera, su vida espiritual queda al final de la fila, en una parte olvidada de su vida.

La Biblia también detalla este punto en el pasaje de 1 Timoteo 6:10, que describe: «Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero, por el cual, codiciándolo algunos, se extraviaron de la fe y se torturaron con muchos dolores».

Por lo tanto, es necesario que reflexionemos diariamente sobre cuáles han sido nuestras prioridades. En este sentido, la mujer cristiana debe tener el cuidado de no recurrir a las riquezas en lugar de servir a Dios. «Todas corremos el riesgo de cometer errores cuando priorizamos cualquier necesidad física, familiar, de salud o económica y no al Espíritu Santo, es decir, nuestra Salvación», concluyó Viviane.