Corte la raíz: el obispo Renato Cardoso muestra las 10 principales raíces

La sabiduría del prudente es entender su propio camino… El corazón conoce su propia amargura. (Proverbios 14:8-10)
¿Por qué hago las cosas que hago? ¿Por qué me comporto de esa manera? ¿de dónde vienen mis problemas?
El sabio intenta entender, usando la inteligencia o su propio camino. Conocerse a si mismo le ayuda a identificar sus debilidades y, así, desarrollar estrategias para lidiar con éstas.
El corazón conoce su propia amargura, esto significa que en el fondo, en el fondo, nosotros sabemos de dónde vienen nuestras amarguras. Si buscamos entender nuestro camino conoceremos las raíces de nuestros problemas. Lo que no ayuda, lamentablemente, es el dolor de reconocer esas raíces. Muchas veces no queremos dar el brazo a torcer y admitir nuestras malas raíces. Es más conveniente y agradable culpar a otros por nuestros fracasos y encontrar excusas en circunstancias externas para justificar nuestros problemas.
Cuando el Señor Jesús dijo “por el fruto se conoce el árbol”, en la misma enseñanza señaló que la raíz de los frutos malos que es el corazón humano. (Mateo 12.33-35)
Observe:
El corazón es símbolo de las emociones humanas; es el depósito de sentimientos y residuos emocionales;
El corazón no piensa, hace lo que no es inteligente;
Al corazón no le importa las razones, le importa las emociones
En el corazón nacen los conocidos pecados “capitales”, es decir, los pecados más nocivos y peligrosos (ya que dan a luz otros pecados). Ahí están las principales y más profundas raíces de todos los problemas. Sepa lidiar con las raíces principales, y los frutos que dan serán solucionados.
Aquí, algunas de las principales raíces y sus consecuencias:
Ira: El enojo causa problemas en el temperamento, destruye relaciones, hace que la persona sea alguien difícil (provocando soledad), agresividad, problemas de salud relacionados al estrés;
Orgullo: No permite que alguien reconozca sus propios errores, hace que sea terco, arrogante; no logra pedir perdón, tiene una excesiva autoconfianza y aparta a las amistades, entre otras cosas. Nadie logra soportar al orgulloso, siempre termina solo;
Pereza: hace que la persona sea desinteresada, relajada, lenta; la persona acostumbra empezar pero no termina; no es dedicada, ni celosa, ni activa en lo que hace; tiende a aceptar las cosas como están; muchos sufren económicamente por la pereza física y/o mental;
Avaricia: El amor al dinero y a las cosas materiales está mencionado en la Biblia como la “raíz de todos los males”. Los frutos de esta raíz incluyen matrimonios destruidos, mentiras, problemas con la justicia (incluso la cárcel), amistades cortadas, disputas en la familia, padres muy ocupados en su trabajo como para cuidar a sus hijos y ansiedad;
Envidia: Sentimiento malo por el éxito del otro; chismes, resentimiento, complejo de inferioridad, inseguridad, baja autoestima, enemistades;
Lujuria: denomina, en principio, a los apetitos sexuales descontrolados, pero no se limita solo a eso. Puede incluir cualquier deseo ardiente por algo que, normalmente, no se debe tener; es toda forma de abuso;
Glotonería: en esencia es la falta de dominio propio, raíz de todos los vicios y excesos.
Egoísmo: Genera individualismo, ingratitud, abusos, hace que una persona sea indiferente a las necesidades de las otras, egocéntrica;
Miedo: Genera la falta de actitudes, celos, desconfianza, depresión, miseria económica, postergación, timidez, dudas, pensamientos negativos;
Hipocresía: fingimiento y falsedad que encubren todas las demás raíces. La hipocresía da fuerza a las malas raíces. Al igual que la tierra cubre y alimenta las raíces de un árbol, la hipocresía alimenta las malas raíces en la vida de una persona.
Vale la pena repetir: Lidie con esas raíces principales, y los frutos de éstas también serán solucionados.
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